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La invisibilidad, el arte y la rabia

Chile

Imagen de Waikil.

Reflexiones de artistas y defensores de derechos humanos sobre el rechazo de la nueva constitución

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Considerada como una de las democracias más antiguas de América latina y una de las economias más estables de la región, Chile sorprendió al mundo y sus propios dirigentes en octubre 2019 cuando la población se movilizó masivamente, paralizando las calles de las grandes ciudades, en protesta contra el statu quo conservador. Casi dos años después, Chile sorprende de nuevo, pero esta vez a las fuerzas progresistas del pais que se enfrentan a las consecuencias duraderas del rechazo popular de un proyecto constitucional considerado por muchos como la esperanza de un Chile más inclusivo, justo y libre.

¿Qué es lo que pasa en Chile? A lo largo de la historia del pais, se ha solido responder: No pasó nada. Una frase que el reconocido autor Antonio Skármeta utiliza como titulo para su novela acerca del sufrimiento lejano e invisibilizado del destierro; una novela que fue escrita desde el exilio, después del golpe de estado de 1973 que sumergió Chile en el autoritarismo y la represión durante dos largas décadas. Un verdadero acercamiento a la sociedad chilena, su historia y su producción cultural, revela una contrapropuesta al negacionismo: Se oía venir, y es asi como se intitula una serie de análisis sobre la música que “profetizó” el estallido social de 2019. En una entrevista con ARC, el historiador Manuel Suzarte resaltó el papel esencial e histórico que ha jugado el arte en la politica chilena. Suzarte describe a la música militante de Inti-illimani y Quilapayún como “la banda sonora de la resistencia” durante el régimen autoritario de Augusto Pinochet.

La reputación de Chile como pais estable y próspero, particularmente en el contexto latinoamericano, facilita descartar el criticismo y silenciar las voces que se elevan para rechazar la imagen del pais como supuesto “oasis democrático”. Estas voces criticas están muy presentes en el medio artistico chileno: denuncian el legado de la dictadura, la violencia estatal y la discriminación dirigida en contra de las poblaciones inmigrantes y originarias. Son estas voces las que anunciaron el descontento popular que se desató en 2019; son estas las voces que la clase politica chilena se negó a oir.

“Hay una realidad muy distinta a la que nosotros conocíamos”

Danny Rayman, director de la ONG Acción Constitucional, contemplando el rechazo de la nueva constitución.

Durante los primeros meses de las movilizaciones masivas de 2019 se sembraron las semillas del referéndum constituyente de 2022. Reemplazar un documento proveniente del fin del régimen de Pinochet se percibió como una solución a las problemáticas que alimentaban a la rabia popular. El aumento de precios del transporte público en Santiago actuó como un catalizador para las protestas que rápidamente se expandieron más allá de la capital. Sus reclamaciones llegaron a abarcar una amplia serie de demandas derivadas de una desigualdad socioeconómica profunda. Por ejemplo, se demandaba mejorar el acceso a la educación a la vez que se denunciaba la privatización del agua en el pais, de esta manera las movilizaciones cuestionaron el papel de un estado poco involucrado en la seguridad social. Para responder a estas reclamaciones, el 15 de noviembre de 2019 (el N15), una coalición de actores sociales y politicos producen una declaración concertada promoviendo la creación de una nueva constitución que satisfaga las demandas populares. 

El rapero mapuche Waikil habló con ARC y afirmó que el arte de todo tipo no sólo sirvió como instrumento para transmitir la ira colectiva de una sociedad llevada a sus limites, sino también el arte jugó un papel motivador y solidario para los manifestantes que se enfrentaron a una represión violenta de la parte de los Carabineros y el ejército. Esta represión fue documentada por algunas instituciones académicas, por ejemplo la universidad de Chile, y también por varias organizaciones no gubernamentales (ONGs), tal como Amnistia Internacional, las cuales publicaron informes que denuncian las violaciones de derechos humanos por parte de las fuerzas armadas chilenas. Además de sufrir por causa de una violencia fisica, los manifestantes también se enfrentaron y siguen enfrentándose a una violencia simbólica, ya que ciertos agentes del estado intentan borrar la memoria de la movilización por medio de la censura artistica, un ejemplo siendo la destrucción del arte callejero. No obstante la presión estatal, los activistas rechazan el silencio y tres años después, siguen reclamando verdad y justicia, particularmente para los manifestantes heridos, asesinados y desaparecidos.

Jaime Cuyanao, conocido por el nombre artístico Waikil, combina el rap con el idioma mapuzungun y la instrumentación tradicional de las comunidades Mapuche. Imagen de Waikil.

La respuesta militarizada contra las manifestaciones de 2019 resuena con los traumas históricos de la dictadura militar del General Augusto Pinochet. El golpe de estado de 1973 contra el gobierno democrático y de izquierdas de Salvador Allende marcó el inicio de 17 años de autoritarismo en Chile, durante los cuales los agentes del estado torturaron y secuestraron a aproximadamente 40,000 personas, de estas por lo menos 3,000 personas fueron asesinadas, entre ellas varios artistas e intelectuales. Uno de los actos de brutalidad que caracterizó a un régimen que no toleraba el disenso fue la tortura y el asesinato del músico popular Victor Jara en el Estadio Chile de Santiago, donde se quiso silenciar su canto para siempre.

Un plebiscito nacional, asi como los cambios geopoliticos de fines del siglo XX, llevaron al fin de la dictadura en 1990. Las fracturas generadas por este traumatismo colectivo siguen presentes en la sociedad chilena. Mientras que las victimas de la represión conservan las memorias dolorosas de la tortura y el duelo, existe segmentos de la sociedad que celebran las politicas económicas del pinochetismo. Además de las tensiones sociales producidas por memorias históricas divergentes, el legado de la dictadura también está presente en las instituciones democráticas de Chile. Es por esta razón que se critica la legitimidad de la constitución de 1980, también llamada despectivamente “la constitución de Pinochet”. 

Entre los impulsores de la declaración del N15 para reemplazar “la constitución de Pinochet” estuvo presente el actual presidente de Chile, Gabriel Boric. Después de triunfar en las elecciones del 19 de diciembre de 2021, Boric no sólo representaba una nueva esperanza después de varios años de descontento civico, sino también su papel previo como lider estudiantil brindó legitimidad a su agenda progresiva. 

El proyecto emblemático del inicio de la presidencia de Boric fue un proceso constituyente ambicioso, el cual pretendia liberar a la sociedad chilena de “los enclaves autoritarios” del documento vigente por medio de un proceso altamente participativo y liderado por la ciudadania. Ese nuevo documento permitiria satisfacer las demandas populares por una seguridad social mejorada. El director de la ONG Acción Constitucional, Danny Rayman, opina que la propuesta constitucional generada por este proceso fue “sumamente innovadora, que recogia básicamente derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, además de los derechos civiles y politicos […] consideraba desde las tecnologias hasta los recursos naturales”.

Se entrelazan las banderas chilenas, las banderas Wenufoye (las comunidades originarias) y las banderas de la campaña de Gabriel Boric en el centro de Santiago de Chile durante la campaña presidencial de 2021. Imagen de Daniel M., Unsplash.

No obstante, en contra de las expectativas de muchos en Chile y fuera del pais, la constitución nueva fue rechazada por aproximadamente 62% de la población por medio de un referéndum popular obligatorio. Meses después del triunfo del “rechazo”, los propulsores y los partidarios de la campaña del “apruebo” todavia intentan comprender por qué falló la nueva constitución. La campaña del apruebo empleó una gama ancha de estrategias para fomentar una participación popular amplia. Por ejemplo, Acción Constitucional colaboró con muchos artistas e instituciones artisticas, como la Galeria CIMA, para promover la nueva constitución. Sin embargo, en sus reflexiones sobre los resultados, el historiador Manuel Suzarte lanza la pregunta: ¿Ha llegado el momento de renovar el repertorio cultural del activismo social en Chile? Waikil también contempla esta cuestión, señalando que durante el referéndum constitucional, se reciclaron las misma estrategias artisticas de la campaña de Boric—se destacan siempre las mismas voces y las mismas caras.

El hecho de perpetuar las mismas voces y las mismas caras limitó el alcance de la campaña del apruebo. Además de la falta de diversidad simbólica, la campaña no supo asegurar que hubiera un amplio acceso a las copias del nuevo texto constitucional, particularmente en las zonas no urbanas y entre las comunidades originarias. Chile es un pais altamente centralizado y desigual, lo cual genera un acceso a la información desparejo. Además, según Danny Rayman, aunque “el proceso constituyente parte de un sinnúmero de voces, las mismas que estaban en las paredes, las mismas que estaban en las calles, en las movilizaciones sociales”, este proceso también se convirtió en una manera de “reconducir [las demandas populares] por una via institucional” por medio de una declaración o un acuerdo que “no necesariamente recogió cada una de esas demandas”. Rayman le explicó a ARC que “hay voces que en el fondo nunca estuvieron de acuerdo con este proceso, por cómo surgió a partir de este acuerdo [del N15]”.

“No nos va a validar la nueva constitución para ser más mapuche o menos mapuche. El pueblo lo que busca es la autonomía, entonces la nueva constitución no cumple un gran rol para el mapuche”

— Zapata, músico de la banda Pukutriñuke

Entre las voces que rechazan la institucionalidad, se alza la canción de Pukutriñuke, una banda underground mapuche que denuncia a la violencia estatal contra los pueblos originarios y que reivindica los terrenos y la autonomia mapuche. Las comunidades mapuches contemporáneas descienden de pueblos originarios del sur de Chile y Argentina (un territorio ancestral llamado Wallmapu), pero que han sido forzosamente desterrados por la colonización europea y las politicas del estado postcolonial. Zapata, uno de los miembros de la banda, opina que la nueva constitución no tiene relevancia para el pueblo mapuche. “Para nosotros la nueva constitución no significa nada, ni un retroceso, ni un avance.” Zapata le dijo a ARC en una entrevista que “el mapuche, desde tiempo inmemorial, está luchando por poder recuperar su territorio que ya fue invadido y saqueado”. La postura de Zapata arroja luz sobre los traumas históricos del colonialismo y la marginalización duradera de los pueblos originarios en la sociedad chilena contemporánea, los cuales se ven reflejados en el conflicto territorial que persiste en las regiones del Biobio y la Araucania (consideradas como parte del Wallmapu).

Pukutriñuke mezcla la música y los instrumentos mapuches tradicionales con géneros musicales occidentales tales como el rock metal, el blues y el jazz. Imagen de Zapata, miembro de Pukutriñuke.

Para Zapata y el resto de Pukutriñuke, la violencia estatal es una cuestión personal, especialmente en la periferia de Santiago, donde fueron criados lejos de la cultura, del idioma y de la tierra mapuche. Impactados por el asesinato de un adolescente mapuche que huia de los Carabineros en 2002, el grupo de jovenes creó una agrupación musical para poder transmitir su idioma, sus valores, sus demandas territoriales y los sonidos de la instrumentación tradicional mapuche. Pukutriñuke como colectivo expresa solidaridad con las demandas populares de las movilizaciones de 2019, tales como el mejorar el acceso a la educación y la salud. Sin embargo, Zapata asegura que: “Si tú me preguntas a mi si me considero chileno, yo no me considero. Yo me considero mapuche”. Por lo tanto, Pukutriñuke, asi como un número de comunidades indígenas, no ven a la reforma ni al reconocimiento estatal como una solución para sus problemáticas. 

A pesar de su apoyo por la campaña de Gabriel Boric y su aprobación por una nueva constitución, Danny Rayman también reconoce que “los problemas de la zona de la Araucania siguen siendo igual de graves que en años anteriores”. Contradiciendo sus promesas de campaña, Boric ha mantenido la militarización de la Araucania iniciada bajo su predecesor, Sebastián Piñera. Dado un precedente en el que los Carabineros y el ejército han incriminado falsamente y asesinado a miembros de las comunidades originarias, se elevan criticas fuertes a la presencia militar en la región. 

“Hermano, yo escucho tu música porque en realidad refleja mucho la rabia que toda la gente chilena siente. Ya no quiere creerle a esto, a un gobierno, a una institución que lo único que ha hecho es un crimen de derechos humanos”

— las palabras de un aficionado a Waikil, rapero y músico

Por su parte, Waikil le comentó a ARC que él si considera a la renovación constitucional chilena como un posible avance para el pueblo mapuche, uno que pudiera promover los derechos de los pueblos originarios tales como el derecho al idioma, la identidad cultural, la tierra y a vivir en un estado plurinacional. Aunque existe una diferencia en la forma en que Waikil y Pukutriñuke conceptualizan las problemáticas de sus comunidades, ambos se encaran con desafios artisticos similares. Los espacios para la expresión artistica mapuche en Chile son limitados, particularmente para una expresión artistica politizada. Las demandas que Waikil y Pukutriñuke transmiten por medio de su música puede dificultar su participación en eventos públicos donde se les permita compartir su mensaje. Esto es en parte el resultado de la concentración masiva de los medios tradicionales en las manos de un puñado de corporaciones poderosas. La solución adoptada por Pukutriñuke consiste en permanecer underground como un mecanismo para proteger la autenticidad de su mensaje, el cual no es bien recibido por los medios tradicionales ni los espacios tradicionales. Waikil también describe la sensación de no ser el bienvenido en ciertos escenarios y de sufrir una presión de autocensurarse y de jugar el papel del mapuche “buena onda”. “Mucha gente mira como pintoresco el mundo mapuche [...] donde ellos van como turistas, si quieren un souvenir”, explicó Waikil. “[Cuando] se palpó realmente los derechos de los pueblos originarios [...] Entonces la gente se empezó a erizar”.

Imagen de Waikil.

Mirar más allá del espejismo del oasis democrático chileno permite vislumbrar las profundas grietas sociales generadas por los ciclos generacionales de violencia que han producido inequidades y antagonismos duraderos. Estas fracturas sociales pueden chocar con el derecho fundamental a la libre expresión, limitando a la expresión artistica de maneras sutiles pero insidiosas. “Con el tema de la expresión…” explica Zapata. “Si bien es cierto que no [se encarcela a los artistas], si pasa que los medios de comunicación son medios masivos privados y si hay [un esfuerzo por] controlar la información”. Danny Rayman y Manuel Suzarte también coinciden en que existe una concentración extrema de los medios chilenos, la cual causó problemas en poder compartir información acerca de la nueva constitución antes del referéndum. Según Reporteros sin Fronteras, apenas dos grupos, El Mercurio y COPESA (dueño de La Tercera), dominan la prensa escrita en el pais.

Lo que ocurre en un pais democrático tal como Chile genera una serie de preguntas dificiles y complejas con respecto a la libre expresión. Son preguntas que aún las sociedades con los legados democráticos más sólidos deben plantearse. En Chile, Waikil y Pukutriñuke, como artistas mapuches, tienen que navegar un laberinto social el cual cuenta con limites dificiles de definir, ya que son barreras que no se quiere ni nombrar ni reconocer. Mientras que estos limites continúen sin definición, se dificulta conceptualizar un mapa claro de las fronteras de la libre expresión en Chile, debido a la invisibilización de quienes se encuentran al otro lado de estas márgenes. Como resultado, estos limites se seguirán perpetuando. Por medio de sus testimonios, Waikil y Pukutriñuke revelan las dificultades a las cuales se enfrentan al querer transmitir su música, su idioma, su cultura—lo cual revela uno de estos limites más sutiles a la libre expresión: la falta de espacios sociales de transmisión para los grupos marginalizados. Pues, ¿en qué consta la diferencia entre ser silenciado y quedarse sin la posibilidad de transmitir? 

Este artículo se basa en una serie de entrevistas llevadas a cabo por la autora, que desea agradecer a activistas, expertos académicos y artistas que contribuyeron a su realización. 

Redactado por Andrea Villa Franco, 12 de enero de 2023. Andrea se enfoca en la protección de artistas perseguidos para Artists at Risk Connection. Es egresada del programa Erasmus Mundus de maestrías conjuntas internacionales (EMJMD) de la UE y tiene una licenciatura de la Universidad Stanford.

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